De madrugada...

Esta noche delinee con mi dedo el contorno de tu cara, mientras respirabas pausadas las bocanadas de vida, que la magia de las estrellas te regalaba. Tu piel, que brillaba apenas, me contó de tu día en los haces de luna que se entrometían curiosos por tu ventana.

Esta noche me hice un huequito a tu lado, y dibujé latidos suaves, en tu pecho, en tu cuello, en tus sienes... mientras me hundía en tu aroma, deseando dormir y ya no despertar mas que así. Y el silencio arrimando los minutos, su frenético tic tac sordo, debajo de la almohada.

Esta noche una brisa te abrió los ojos, y te besó en los labios aun adormilados de la paz de la cama. Y me reí entre dientes, evaporándome en el exquisito calor que tu cuerpo emanaba... Ya era de madrugada...

Corazón.

Había ido construyendo, con cada palabra, cada gesto, cada nota musical, un altar pequeño, de mármol blanco y pequeñas estrellas doradas, diseminadas por los soportes. La tábula era lisa, suave, cubierta por un manto también blanco de prometidas caricias. A uno de los lados, el izquierdo, llené la ausencia con un trono de comodidades inimaginables, en donde aun sobrevive a la espera, una rosa roja...
En el recinto se filtra amablemente, en lluvia de calideces, la luz del sol... La puerta siempre se mantiene abierta y el silencio melodioso del corazón del poeta, reina en su interior...

Encuentro

Primero que todo fue el silencio, y la nada, luego el latido. Esa prímula onda expansiva que hizo retemblar los espacios vacíos, llenándolos de luz, milímetro a milímetro en ligeros pero infinitos roces concéntricos abrigados de calor. Cada partícula que nació del frote, fue floreciendo en chispa rosada, ante el toque magnífico de una caricia de amor. Amaneciendo el espacio aprendió a ser día, mientras tus pupilas se dilataron formando una gran puerta dorada, por la que me pasee danzando en puntitas de pie y viajé al fondo mismo de tu alma, cuando daba vueltas al compás de los miles de latidos que le siguieron al primero. Creciste en la cuna arcaica de mis entrañas, carrusel de fuentes acuáticas... Vos dentro de mi cuerpo, de pequeño a gigante, yo enroscada en tu alma, bebiéndote en puros diamantes... Y la noche que se tardaba, fue recogiendo el desastre que dejamos, ropa, piel, huesos y claro, carne, una sola carne, inconmensurable misterio del próximo alba.

En mi corazón...

Porque nada puedo decir y la bruma se me abre en silencio, al descubrir mi alma desgarrada, perdiendo esencia por el camino de lo concreto, porque mi vida nunca mas será lo que fue... Por eso, te amaré en silencio. C.C

                                                                            

PEQUEÑA HISTORIA

Pequeña historia
Se conocían desde siempre, es mas, no llevaban cuenta exacta desde cuando y la vida los sorprendió muchas veces pensándose, en el no esfuerzo de coincidir. Las luces fueron apagándose y prendiéndose repetidas veces, dos universos distantes bajo el

mismo sol, hasta que la noche encontró a los cuerpos en silenciosa despedida, y la distancia fue aniquilada... el hielo y la rigidez, fueron subiendo por las ramas enredadas del sueño longevo y al compás de dos por dos, inspiraron-expiraron, inspiraron y eso fue todo... Se detuvo el segundero, el viento los apagó...
Éste sueño viene a mi, en momentos que me van del latir al entumecer mi cuerpo, y al abrir los ojos comprobar que sigo ahí, puños apretados, sin poder hablar y una cara extraña que ríe dulcemente, mientras a gritos rompo a llorar...

Mi Nibiru.

Escondido en los pliegues de la nada perpetua,
nadando mares tranquilos, océanos de niebla,
prometés sin razones hacerte visible, palpable,
abrazable, posible, amable
y en conteos vibrantes,
monumentos de locura,
cadenas que hierven aguas de espera...
te vas dibujando en sueños de otoño,
mi Nibiru, mi dulce condena.
Vientos de equinoccios rayaron quimeras,
en mis simples labios, en mi sed intensa.
Clavaste estacas, filos y tachas,
en mis sueños lentos, mis manos crispadas,
ante la tormenta.
Mas hoy ya cansada de aguardar,
venidas e idas, en cruel fluorescencia,
me muero bajando los pies a la tierra.
Me extingo celeste, me envuelvo de lluvia,
me visto de brisas, me arqueo en la bruma...
Nibiru no existe, y de mis ojos tristes,
tu imagen se suma al agua salada,
gotitas que ruedan perladas de luna.