Que misterios de ternura esconde al acecho mi carne inacabada? Que secretos concretos subsisten debajo de mi piel marcada por la historia, pequeña historia de mi cuerpo, antiguos designios de un alma vieja, noble y experimentada?
Tanto amanecer descrito en colores, formas, palabras. Tanto aire inspirado- expirado, tanto grito, tanto llanto, tanta sonrisa entregada. Tanto cielo y tantas hojas verdes en primavera, vistos al pasar desde abajo, y el otoño recibido en brazos chiquitos, sin entender la grandeza de todo lo creado. Las llanuras de mi pampa me recibieron gritando a voz en cuello, un estallar de tromba en el pecho, nadando en la angustia propia del milagro, viviendo al fin en blandas células, nueva vida, lejos del ocaso. Corrí tras de mariposas en pleno verano, piernas cortas, diminutos pies, cuando deseando el curioso purpureo de una flor, marqué para siempre mi alma, con el dolor de las espinas que llevan los cardos...
Hoy que la luz bella golpea mi puerta, no... no tengo miedo. Ella tiene voz de trino, cantando el instante detenido. Tiende sus brazos de madre, en compensación de los abrazos que en vida no recibimos, tiene el calor de unas manos que completan el faltado y ansiado cariño... Tiene en los ojos las lágrimas, todas las que lloramos despiertos, las que tragamos dormidos, y los convierte en bruma de paz, paz que trae momentáneo olvido. Ella espera en los campos de la pampa que un día me recibió con dolor y cardos, en pétalos de amor y rosas blancas, espero al cielo me lleve consigo.
Clarissa.