Colores de un alma que crea desde la celda de un neuropsiquiatrico. Una ninfa que inspira poemas y relatos fantásticos. Una historia que no tiene final...

domingo, 17 de noviembre de 2013

Hacer el amor es otra cosa.

Ya no es secreto el Eros mojado y caliente de un beso dado a escondidas, ni la caricia prohibida siempre imaginaria. Ya no es abrasante el misterio sonrojado de los dedos que recorren cimas volcánicas y profundidades oceánicas, en dos cuerpos envueltos en sábanas que gimen contando una historia. No es noticia interesante ya, el premio al primer y segundo puesto de una cabalgata agitada y la explosión unánime de neuronas, venas, sangre, semen y sudor.... Cuanto de eso pertenece al día a día de la piel, del respirar de los minutos corridos ya, del ayer? Cuanto de todo no se termina un día o se ha ido ya?
Me apego al dulce, sonriente, directo silencio de la inspiración que encierran tus ojos. Me arropo en el abrazo que nos diéramos vestidos, mientras la noche impúdica pasa con la luna desnuda erotizada en el frote del viento. Deseo intensamente, con ardor, con esa pasión que me caracteriza, una siesta desnudos, sin tocarnos mas que con versos y mantas... Todo lo demás, invariablemente, vendrá marchando en fila por el camino que dejen los sueños del alma compartidos.
Clarissa Cristal.

lunes, 11 de noviembre de 2013

El escape.

Yo ya le había avisado a él. Hacía rato que sentía esa necesidad, esa urgencia desesperante de escapar, y los afectos, eternos carceleros, me mostraban sus caritas tristes, sus ojos llenos de estrellas, y me volvía chiquita, tanto como para esconderme debajo de la silla y taparme la cara con las manos. La última vez que hablamos, le hice prometer que si una mañana se levantaba y yo no estaba, no me busque, no haga una denuncia policial, ni tampoco les mintiera a los nenes… solo necesitaba libertad. Y sin más, cumplió su promesa. La madrugada de mi partida desperté como sobresaltada, las pesadillas, el dolor en el pecho y los ahogos, ya no me dejaban vivir. La elección estaba más que clara, eran ellos o yo, y por primera vez en muchos años, me elegí. Si, me elegí a mi misma, pero a ellos también porque no era justo que tuvieran una madre enferma, ausente, inútil, que se quejaba todo el día y solo dormía para acallar el dolor eterno que le nacía de lo más hondo del ser. Corrí las cobijas, y me bajé de la cama sin hacer ruido, él se revolvió nervioso, dijo algo de cables y se dio vuelta hacia la pared. Fui cama por cama, viendo caritas redondas, relajadas, ojos que se movían viendo quien sabe que maravilla de sueño. Bese la frente de todos y cada uno, olí sus aromas para no olvidarme nunca de ellos y era curioso reconocer mi perfume en todos.
El amanecer pintaba en el horizonte, en esos inolvidables índigos, azules violetas y purpúreos de mi alma rota. Cerré la puerta con sumo cuidado y lentitud, mientras la imagen del living iba haciéndose cada vez mas fina… hasta desaparecer. La mañana nacía desnuda y helada, ni los guantes, ni las medias podían sacarme ya el frío del cuerpo. Pensé: ¿Estoy en un sueño? Mas cuando las lágrimas se me hicieron hielo, no tuve dudas, vivía una pesadilla como ninguna que hubiera tenido y me aventuré entre los eucaliptos duros. El sol salió, abrupto, e hizo un juego de luces y estrellitas que me dejó ciega por un momento. Me dejé invadir por los olores del desayuno, el crujido de la escarcha en los vidrios de las casitas de campo. Pero la memoria se me hacía lenta en ese estado de semiestupidez provocado por la hipotermia. Recordé tus ojos dorados, joven enmascarado de dedos, tu sonrisita torcida, tus nimios labios y aquel hermoso paisaje que engendramos juntos… Recordé tu amor, un sentir dulce y tranquilo, posesivo y simple. El viaje que emprendí la noche que te conocí, no tenía retorno, pero fue hermoso recorrer tu valle, tus aromas, entrar en tu casa y besarte el alma en la esencia mas intrínseca de tu ser… Gracias por la ilusión…
Volé metros eternos sobre el suelo del campo, elevando misterios de antevidas ya superadas, de miserias superpuestas por el olvido. Las voces de mis angelitos revivían en mi mente como hermosas campanadas provenientes del mismo cielo… ¡Mamá, te amo! Mamá tengo hambre… Mamá abrazame, tengo miedo… y un ramillete de diamantes puros, brotó de mis ojos sin pedir permiso, nublando el paisaje en la rivera del achocolatado Río de la plata… ¡Mi Buenos Aires de pena, mi obelisco de la nada!
En ese instante de total desasosiego, la arena se me metió en los poros picándome como arañas desinhibidas, y las olas que invadieron para siempre mis oídos, me llenaron de prometido mar… Corrí detrás de tu espejismo, y del murmullo de mis niños que a lo lejos rogaban por su mamá…
Ahogué el sollozo, tenía que ser valiente y los retos no se hicieron esperar…
-¡Aldana! ¡Despertate, nena! ¡Dejá de llorar! – Mi hermana, como siempre que tenía una pesadilla, me sacudió acallando mis gritos, para que no se levantara mamá…
- ¿Y que voy a hacer cuando sea grande, me case y tenga a mis hijitos? ¡Si no sé coser, no se cocinar, no se cambiar pañales, ni tampoco hacer dormir, van a llorar!
-No seas tonta… Falta mucho para eso, acostate que si se levanta mami, te va a castigar.
Clarissa Cristal