Colores de un alma que crea desde la celda de un neuropsiquiatrico. Una ninfa que inspira poemas y relatos fantásticos. Una historia que no tiene final...

lunes, 20 de enero de 2014

Y que me importa! (Just a game)

No doy crédito a la noche que me ahoga,
entre mas mantas ligeras, piel ardiente,
va deseando la tuya impunemente,
va minando tus poros con estrellas.

Explosiones en las manos y en la boca,
luna llena, estamos frente a frente,
blancas las caras, cabellos y dientes,
leche de cosmos bañando las sombras.

Imposible concilio de los sueños,
imposible mi paz ¡y que me importa!
voy incendiada de sol y jadeos

y que tan cerca tu respiro arroja,
al compás del orgasmo concluyente,
la canción de la lluvia entre las hojas.
Clarissa Cristal.

sábado, 4 de enero de 2014

El mantel y un manojo de recuerdos.

Ella se tomaba las tardes para acunarse en los recuerdos, era curioso que a su edad fuera tan buena con los detalles. La ventana se sabía de memoria el rostro apenas arrugado de la vida, mientras el otoño se deshacía en gotas de lluvia y un encaje de hojas secas. La vida le había dado un poco de todo, hijos, esposo, amante, dinero, una casa, en fin... Aún recordaba las sombras y las luces, del momento de dormir y mamá llevando dos mamaderas a una cuna que recordaba compartida. El olor de la leche caliente y las sábanas lavadas con jabón blanco. Recordaba el cajón de los chocolates intocables para todos, y su actitud insurrecta, el sabor, y la paliza... Los ojos refulgían como brasas encendidas, mientras tejía un interminable mantel. De pronto recordó el pacto, cosa que había querido olvidar como esas estupideces que uno hace y después deja en algún lugar lejano de la mente, por la simple vergüenza del error. Cuanto había escrito acerca de él? Un día se cansó y quemó todos los poemas que había parido en su nombre ¡ Maldito! Susurró, y se le soltó la rosa casi terminada del mantel...
Y se acordó otra vez de las letras, las únicas que había conservado en un cuaderno:
"Yo me guardo tus otoños en espera, las hojas prensadas del color del atardecer sin nubes. Me guardo el olor del frío y de la lluvia recia que en la tierra se anuncia, con eucaliptos mojados y poleos bajo la piel. Me guardo nubarrones que bailan esa danza desenfrenada que incluye frote y taconeo, en medio del relámpago y del trueno. Me guardo no se cuantos cafés que aun nadie se ha tomado y humean... Me guardo esa imagen flexible de tu sombra que espera muy en el fondo, que en el otoño de ropa empapada renazca a la vez la primavera."
Leyó el párrafo una, dos, tres veces, mientras se tomaba el jugo de naranjas que le habían servido con la merienda… y su mente iba lejos, a la velocidad del viento...
Era increíble, hasta ella se asombraba de sus recuerdos, y de lo vívidos que se hacían al acercarse el invierno. Recordó al príncipe Lirio, tres años mayor que ella, cobarde, tímido, algo afeminado, siempre asustado de encontrarse con el dragón debajo de la cama y los detalles de un cuarto digno de una princesa... pero ella así lo amaba, en silencio, como ciertas cosas importantes en su vida, era algo imposible. Imaginaba que ella también había sido el imposible de alguien y ahí se dibujó en el vidrio goteado la lista de pretendientes a los que nunca miró. Indiferente.
Las tardes se volvían noche y las noches, madrugadas sin poder dormir, cuando descubrió que aun lo esperaba, que estaba cerca y la adrenalina le hizo saltar el pecho frágil de infartos, y de heridas aun no cicatrizadas. Así sobrevenía la mañana, el desayuno, ayudar en la cocina con el almuerzo y la tarde llegaba de nuevo, sentada, arrullando recuerdos, manteles inacabados, y una presencia cada vez mas cercana. Así fue que escucho su voz, giró y ahí estaba ( podría haber llegado décadas antes). Y con la última fuerza de determinación que le quedaba le dijo: "Andate a la mierda".
Fin
Clarissa Cristal.

viernes, 3 de enero de 2014

Poética II

Poética de la sinrazón mudada de encierro,
de la mordaza liberada de un tirón,
de ojos que estando vivos, parecen muertos,
y en instantes de gloria alumbran al sol.
¿Que pocos senderos arrullados por el trigo,
vieron el andar de los pies del león,
cuantos menos oirán las cadenas,
que solo se ganó con la elección?
Algún día liberaré sus tobillos grillados,
y en un mar salado...
cantaré su canción.
                                        Clarissa Cristal.

Poética I

Poética del silencio de mi piel,
que de volcanes se ha hartado,
erizada todo el tiempo que duró el martirio,
caminando...
De tierra negra húmeda se vistió de pronto,
y brotes frescos, goteaditos de relente mágico,
de sol, de luna y estrellas, desnudez de acero,
mi noche bañó ese silencio, de cantares de verano,
chicharras y grillos, colmaron mis sueños.
Versos del encanto que me hizo mujer,
amando...
Clarissa Cristal.