Te narro desde la cima despiadada, las nubes extrañas que bailotean burlonas sobre los picos, los bosquecillos fríos, los tejados y techos planos de las casas y sobre tu cabeza que no advierte cruel destino de hoja brillante y apasionada...
Te narro como te veo, como la luz blanca de esos días insignificantes te ilumina. Los caminos siniestros que dejaste en el olvido, los cantos que de lejos te llegaban, las tardes de visitas esperadas, que verte, que no verte, esperanzado en una libertad que nunca llegó... Hoy estás, y lo que te hace libre, te quita el querer, el sentir... el latir.
Te narro desde esta cima sobre las nubes grises, esperando el último temblor de tu cuerpo, el último estertor certero... viéndote volar por los aires, dejando un despojo inmisericorde sobre esa mesa de metal y cueros.
Clarissa Cristal