Ardeme del amor que no se apaga, de ese que quema y no daña... Vestime de pétalos y agua pura, de caricias verticales, crepitándome el alma. Porque de a poco me fui iluminando, a medida que tus ojos me daban vida y en este amanecer que recién empieza, el deseo de ver el rostro de vos, de tomarme de tus manos y ascender al cielo, me engalanó de rosa roja quemándose en la pureza de tu amor, y emanando el perfume con que nos baña el camino a la eternidad...
No hay comentarios:
Publicar un comentario