Colores de un alma que crea desde la celda de un neuropsiquiatrico. Una ninfa que inspira poemas y relatos fantásticos. Una historia que no tiene final...

viernes, 23 de marzo de 2012

Vos, mi ciudad sin nombre.

Y un día desperté caminando sola, en una ciudad sin nombre. Las veredas ajedrezadas, le daban matices al tiempo detenido en los charcos de agua limpia y burbujas detergentosas. Daba la impresión de ir en sueños, pisando las nubes y las caras levemente familiares, me observaban mientras no mirara, mas cuando lo hacía, giraban con vergüenza y escándalo. Siempre hice una vida de sueño, plagada de normalidades, aciertos, desaciertos, esperanzas y miedos. Nací en un mundo donde ser normal es no llamar la atención, vestir como todos, gustar de tomar helado en tardes de calor, jugar con muñecas y soñar con el príncipe azul. En tiempos en los que las hormonas hervían la sangre, recatar el alma y sujetar el cuerpo, no expresar ni la letra de mis sentimientos,con la esperanza paterna de no descarriar a la blanca ovejita. Más cuando se me ocurrió iluminar con luz propia el camino que se dejaba acariciar por mis pies, los sueños de letras coloridas, deslumbrantes, como piedras preciosas, se proyectaron en el túnel de mi mente, abriendo posibilidades infinitas como las estrellas, y las cadenas de lo políticamente correcto, sujetando mis manos, mientras el azote de una sociedad prejuiciosa y llena de envidias, me hinchó tanto los labios que ya no pude hablar, dejó cortes indelebles en mis manos que hoy ya sanaron y puedo escribir mi verdad...
Mientras sigo pululando por la ciudad sin nombre, recuerdo mi vida y al tocar mis ojos, ríos de lágrimas negras versan mi historia en papiros que el tiempo no podrá destruir. El día que desperté caminando sola, dije ya no mas... El sueño idiota de la vida correcta terminó.
 

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