Quizás fue en la obsesión del movimiento, que perdimos la noción del todo.
En el instante justo del sosiego, volvió a empezar con novedosa cadencia,
el baile de los cuerpos fusionados.
Porque mientras de vaivenes se vistieron los respiros, quemaste mi cuello con tu dulce aliento,
solo las piernas entre el frote y entrelazo, jugaron al eterno juego, del deseo evaporado.
Sacamos chispas al piso sordo de madera, lo prendimos fuego, lo sudamos, lo empapamos. Y en el último jadeo, de los músculos cansados, de los miembros ya vencidos, de los vellos erizados, un ruido de tacón, y en esa mirada tuya, mezcla de placer y ruego, te dije: Va de nuevo...?
No hay comentarios:
Publicar un comentario