Esa noche de espesa neblina, las paredes fueron llorando hiedras y el azul refulgía indemne por entre el follaje invasivo, verbaloide y mundano, del verso copiado y estéril, del verde sucio de un solo mirar. Por dentro, la casa, mi casa Azul, dejaba caer las estrellas como plumas en la brisa, tapizando la alfombra con el vibrato seco y rítmico de almendras en la piel. Miles de dedos osados, ansiosos de conocerla, se intrincaron en mi extensa cascada de rizos, mientras la casa suspiraba a ventanas abiertas, un cielo entero desfallecer. Caminé descalza, desnuda de deseo, por la orilla soñada de tu secreto nombre (ese que aun no pronuncio y que, algún día, en la cima del canto te susurraré), y elevándome, extasiada, pude ver que el árbol blanco de nuestro ensueño, vuelve a florecer.
Mientras se gesta la primavera, Elú, tumbada en la hamaca, canturrea esa canción con la que ha de nacer.
Clarissa Cristal
Mientras se gesta la primavera, Elú, tumbada en la hamaca, canturrea esa canción con la que ha de nacer.
Clarissa Cristal
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